top of page

¿Por qué nos cuesta decir «no»?

Foto del escritor: Editor Blog BCSEditor Blog BCS


Tengo una pequeña anécdota con un antiguo socio, un empresario español que, en aquel tiempo, estaba a punto de viajar a América Latina para abrir las operaciones de su empresa en la región. Me contó que uno de los consejos que le había brindado un amigo era que el «sí» en España es distinto al «sí» en Europa. Le aclaró, cuando alguien te diga que «sí» a algo en Latinoamérica, no necesariamente significa «sí quiero» o «sí, lo voy a hacer», muchas veces significa «sí, lo voy a pensar». Cuando aterrizó en Bogotá fue una de las primeras cosas que me contó. ¿Por qué nos cuesta tanto decir que no?


Claro, pronto se acostumbró a esa característica tan presente en nuestra cultura. Invitaba a alguien a su casa y cuando le decían «sí» se aseguraba: «¿Sí, vienes o sí, lo vas a pensar?». Para muchos sociólogos y antropólogos el origen de esta conducta tiene mucha relación con ciertas características de nuestra sociedad —desiguales y asimétricas—, que produce una especie de obediencia y sometimiento a la voluntad del otro. Aunque, también puede provenir de nuestra calidez; pensamos que al decir «no» vamos a molestar, herir u ofender al otro. Nuestra hospitalidad y amabilidad transforma al «no» en un objeto corto punzante.



Por eso preferimos camuflar ese «no» detrás de un tibio «sí… (lo voy a pensar)». Sin embargo, es necesario que aprendamos a decir que «no». Veamos, suponga que tiene un evento importante en la escuela de su hijo un sábado, su jefe le pide el viernes a última hora que le ayude el sábado porque tienen un pedido urgente para entregar el lunes, usted toma cualquiera de estas decisiones:


  • Acepta la petición de su jefe y se resigna a no asistir al evento de su hijo.

  • Rechaza la petición de su jefe y asiste al evento de su hijo.


Evidentemente, la elección no es tan sencilla porque se sumarán una serie de factores que van a complicar esta decisión —por ejemplo, su estabilidad laboral está en juego—. Sin embargo, podemos integrar en este juego mental una habilidad clave que nos permitirá expresar mejor nuestros deseos: la asertividad.


Veamos, su jefe le pide que trabaje el fin de semana y usted quiere ir con su hijo; acepta el pedido sin decir absolutamente nada; en ese caso se ha comunicado de forma pasiva —recuerde que incluso sin decir nada, está comunicando—. Otra opción, usted rechaza la petición y se molesta con su jefe por no comprender que el fin de semana es para su familia; en ese caso se ha comunicado de forma agresiva. La tercera opción es la asertividad: decir lo que hay que decir, sin necesidad de agredir.


La asertividad


La asertividad es una habilidad con la que expresamos nuestros deseos, de una manera directa, franca y adecuada. Reconocemos que tenemos derecho a decir lo que queremos y reconocemos el derecho del otro a no ser agredido. Esta es la habilidad que nos permite decir que «no» cuando realmente no queremos algo: «Jefe, sinceramente me encantaría apoyarle pero tengo un compromiso con mi hijo este sábado, así que no puedo venir».


Ya sé, suena fácil en la lectura, es un poco más difícil en una interacción real. Como toda habilidad, esta se desarrolla con la práctica y para que nuestros lectores puedan dar los primeros pasos les dejamos cuatro puntos claves para desarrollar la asertividad.


Alejarse de los juicios de valor sobre las intenciones del otro

Juzgar de antemano las intenciones o sentimientos de la otra persona es lo que muchas veces nos detiene a decir lo que realmente queremos o pensamos. No anticipe juicios de valor sobre el otro. Una estrategia bastante efectiva es centrarse en hechos concretos. Por ejemplo: «Lo siento, pero ya me había comprometido con mi hijo para este sábado» que es distinto a: «usted no comprende lo que es la familia, por eso no tiene la capacidad de comprender lo difícil de lo que me pide». La primera se centra en hechos, la segunda es una interpretación seguramente fundada sobre sus propios prejuicios.


Tener claro lo que se quiere lograr

Esto parece obvio, muchas veces la indecisión nos limita en nuestra capacidad de ser asertivos, en realidad no sabemos qué decir.


Expresar de forma concreta y directa lo que queremos

Si su decisión es no tiene que ser no, muchas veces ese sí latinoamericano es porque no estamos seguros, pero es mejor decir «no sé aún, no lo tengo claro, te respondo luego».


Negociar

Si no es posible decir totalmente que «no» es mejor negociar, colocar sobre la mesa sus expectativas y objetivos y llegar a un acuerdo que beneficie a ambas partes: «No puedo dejarte solo con ese trabajo el sábado, lo haré, pero vendré luego de cumplir con el compromiso con mi hijo».


Aprender a decir que No es una declaración de límites, como decía el gran filósofo Immanuel Kant: «El hombre es un fin en sí mismo, no un medio para uso de otros». En ese sentido, los límites que usted ponga significan gestionar su propia voluntad y el recurso más escaso de nuestra naturaleza humana: el tiempo, que es un recurso que está en sus manos, aunque a ratos parezca que no.

 
 
 

Comentarios

Obtuvo 0 de 5 estrellas.
Aún no hay calificaciones

Agrega una calificación

¿Nos dejas tu comentario?

Comentarios
Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Agrega una calificación
Share Your ThoughtsBe the first to write a comment.
bottom of page