Mejorar los procesos de trabajo en una empresa es una tarea que ha preocupado, desde el inicio de la Primera Revolución Industrial hasta hoy, a empresarios y académicos. Así, pasamos de la gestión científica del trabajo cuyas ideas centrales fueron propuestas por Frederick Taylor a finales del siglo XIX y que junto a la cadena de montaje de Henry Ford constituyeron la base de la producción hasta la Segunda Guerra Mundial, hasta nuestros días en que aparece Seis Sigma.
Desarrollado por un ingeniero de Motorola en 1980, Seis Sigma busca la satisfacción total del cliente con base en la entrega a tiempo de los productos sin excesivos defectos ni fallos en el servicio. Todo esto lo logran a través de grandes reducciones de costos y desperdicios.
La metodología puede resumirse en el acrónimo DMAIC:
- Definir el problema para determinar qué tiene que mejorar.
- Medir el estado actual con el estado deseado.
- Analizar la causa primordial del espacio que hay entre ellos.
- Mejorar el proceso, mediante una tormenta de ideas, seleccionando e implementando la mejor solución.
Evidentemente esto requiere de una competencia clave: apertura al aprendizaje. Ahí es donde entra el coaching como proceso estructural que facilite el aprendizaje y también en el acompañamiento en el desarrollo del liderazgo. Más cuando Seis Sigma 2.0 propone dejar de ser solo una herramienta para convertirse en una filosofía que va a influir en los valores y cultura de la organización.
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