Seamos sinceros, por alguna razón cultural, cada fin de año nos llenamos la cabeza de metas y propósitos que juramos empezar a cumplir a partir de enero. Prometemos dejar hábitos que no queremos en nuestra vida. Hacemos la promesa de terminar tareas y actividades pendientes.
No obstante, esas declaraciones, en muchos casos, carecen de un plan de acción y quedan rezagadas hasta convertirse en parte de las promesas para el siguiente año. Es importante entender que el contexto en el que vivimos nos ofrece una fuente de posibilidades de cambio, siempre y cuando asumamos nuestra responsabilidad sobre metas y objetivos que cumplan ciertos requisitos.
¿Está en mis manos cambiar eso?
Por ejemplo, una situación económica difícil no depende totalmente de nosotros como individuos. Un sistema económico deprimido no puede ser controlado por nuestras acciones y voluntades individuales. Por eso es crucial focalizar sobre lo que podemos controlar. Si se trata de una meta que busca mejorar la situación financiera personal o familiar, la pregunta clave es: ¿Qué puedo controlar o cambiar de esta situación? La respuesta será una meta alcanzable.
¿Qué puedo controlar o cambiar de esta situación? La respuesta será una meta alcanzable.
Esta es una de las razones más frecuentes por las que las promesas de fin de año se quedan en el cajón de los sueños, nos proponemos trabajar sobre algo que no está bajo nuestro control. Por eso es importante hacerse la pregunta y definir algo que realmente esté en nuestro campo de control
¿Es algo que realmente va a cambiar mi vida?
Una vez, escuché a un amigo cercano que les decía a sus hijos que su objetivo para el siguiente año era lograr más equilibrio entre el tiempo laboral y el tiempo para la familia. ¿Era algo que estaba en sus manos? En parte sí. Su nivel de vida requería de ingresos que provenían de su actividad como consultor y esa actividad requería tiempo. Por otro lado, pensaba que disminuir su nivel de vida no era una opción viable, por lo tanto, la única vía, era empezar a ser más eficiente en sus procesos o contratar alguien que pueda hacer las tareas más operativas.
En cualquier caso, habría un costo implícito. Por un lado, lograr mayor eficiencia requería de una inversión en metodologías, software, etc. y por otro, contratar a alguien tiene costos directos, como el salario, que solo se convertirá en inversión si este nuevo colaborador empieza a lograr mejoras en la productividad.
Hacia dónde quiero apuntar con la reflexión. Cuando elegimos algo, siempre estamos “sacrificando” algo más. Es lo que en economía se conoce como trade-off, es la relación que existe entre costo-beneficio de dos acciones, es decir, se refiere a los beneficios de adoptar una decisión y renunciar a la otra. Regresemos al ejemplo de este amigo. Para lograr su objetivo de equilibrio que le permitiría mayor tiempo para su familia, tenía que sacrificar algo: recursos o nivel de consumo. Toda meta requiere de decisiones y esas decisiones implican hacer elecciones.
Por ejemplo, si su meta es concluir con el programa educativo que tiene pendiente, tiene que dedicar tiempo, por lo tanto, va a tener que sacrificar otras actividades que consumen ese tiempo. Si busca mejorar su aspecto físico, tendrá que sacrificar hábitos que perjudican ese aspecto. Lograr un ascenso en la empresa, requiere superar las expectativas de los jefes y eso requiere sacrificar muchas otras cosas. Ahora, la pregunta es: ¿Está dispuesto a hacer ese sacrificio?
¿Esto, va a cambiar realmente mi vida?
La respuesta solo será afirmativa si es una meta que realmente va a cambiar su vida. No nos comprometemos, no estamos dispuestos a hacer los sacrificios necesarios, a menos que lo que queremos lograr sea realmente importante en nuestra vida. La pregunta clave es: ¿Esto, va a cambiar realmente mi vida?
¿Cuál es el primer paso, el segundo, el tercero…?
Seguramente muchos lectores habrán escuchado el término procrastinación. Un término que proviene del inglés y que se usa para expresar una conducta bastante común en la modernidad. Dejamos conscientemente las tareas para mañana a pesar de que sabemos que eso nos perjudica. La tesis de la universidad que tenemos sobre el escritorio y que únicamente nos acordamos cuando vemos que se acerca la fecha de entrega. Ese proyecto que lleva años en nuestra mente y al que nada más tomamos en cuenta cuando recordamos lo valioso que va a ser para nuestra vida.
Aunque las causas pueden ser múltiples ━por ejemplo, la cantidad de distractores que existen━ una de las causas más frecuentes es que vemos lejana la recompensa de estas tareas tan lejanas que preferimos hacer tareas que nos otorgan recompensas más cercanas, por ejemplo mirar el video gracioso de Facebook. Por lo tanto, la clave está en lograr que esa tarea o meta se convierta en pequeños retos que nos activen recompensas más inmediatas.
Si tengo que terminar la tesis, la recompensa de hacerlo será el placer de recibir el diploma, el orgullo de la familia o la oportunidad de crecer profesionalmente, pero esa recompensa se la percibe como lejana, excepto cuando se acerca la fecha que es el momento en el que se hace al apuro la tarea. La solución es dividir esa meta en metas más pequeñas, por ejemplo, dividir por capítulos semanales y fijar un cronograma que refleje ese plan de trabajo. Eso creará un poderoso incentivo, al tomar el control del trabajo y cumplir con la cuota planteada se generan recompensas que elevarán la motivación para hacerlo. También se puede añadir recompensas que fortalezcan el incentivo: Una vez que termine el capítulo iré al cine a ver esa película que tanto quiero.
La solución es dividir esa meta en metas más pequeñas, por ejemplo, dividir por capítulos semanales y fijar un cronograma que refleje ese plan de trabajo.
Inténtelo, realmente funciona. Puede ayudarse con metodologías como el Método Pomodoro. Claro, esto requiere de disciplina. Si al principio le cuesta un poco, trate de recordar la meta final que piensa alcanzar y haga el esfuerzo, pronto empezará a desarrollar el hábito. Recuerde que somos seres de hábitos y así como llegamos a pasar horas de horas en el teléfono, podemos pasar a convertir otras actividades en hábitos.
Comments