Navegando por las redes, encontramos una página dedicada a difundir contenido sobre psiquiatría. En uno de los posteos colocaron una imagen en la que hacen referencia al coaching. Los comentarios recalcaban lo superficial y hasta engañoso de esta actividad profesional. No es la primera vez que nos encontramos con este mensaje. La pregunta que queremos plantear a partir de esa experiencia es: ¿Por qué el coaching suele generar mala imagen en ciertos círculos profesionales?
El mercado de coaching está en desarrollo y como en todo crecimiento, existe confusión.
Sin duda, todo nuevo producto o servicio pasa por una curva de aprendizaje del mercado. Es decir, al principio existen muchas dudas y mientras se adopta las innovaciones, los clientes y proveedores aprenden sobre la propuesta de valor. Eso es lo que pasa con el coaching. Existe mucha confusión tanto en quienes ofrecen, como en los potenciales receptores del proceso.
Si tomamos como referencia la fundación de la ICF (International Coach Federation) en 1995 o el inicio de Newfield en 1996, podríamos decir que el coaching empieza a formalizarse en los 90. Por lo tanto, tiene alrededor de 30 años como actividad profesional. Desde el inicio tuvo un importante vínculo con el desarrollo personal, lo cual ayudó a que se convierta en un proceso reconocido, sin embargo, eso que algún momento fue importante para crecer, hoy es su mayor limitante.
Insertado en la corriente New Age de la espiritualidad, el coaching se ha convertido en un proceso más para el desarrollo personal ━una área nebulosa llena de misticismo━. Aquí está el mayor problema que afronta esta actividad profesional. La confusión es consecuencia de la falta de límites.
Para profesionalizar el coaching es importante fijar límites
El posicionamiento que ha logrado el coaching en el ámbito del desarrollo personal ha llevado a que cualquier forma de intervención se venda como coaching, por lo que es importante definir con claridad los límites. Es decir, adoptar un código deontológico claro.
Los códigos deontológicos son mecanismos de autorregulación. Se adoptan para marcar límites a las diferentes actividades profesionales. Aunque no es la primera vez que tratamos sobre el tema, en este artículo explicamos los que consideramos una base para desarrollar un marco adecuado de trabajo. Para ello proponemos 4 principios rectores sobre los cuales construir un código deontológico para el coaching profesional.
Principio 1: Concebir al coaching como un proceso de aprendizaje no directivo
Aunque parezca un detalle, el solo hecho de definir al coaching dentro del ámbito del aprendizaje ya lo ubica en el campo del desarrollo. La diferencia con otros procesos de esa categoría ━como la capacitación, la mentoría o incluso la animación de equipos━ es la no directividad. Por lo tanto, el coach jamás puede decirle a otra persona cómo llevar su propia vida. No está dentro de las competencias del coach. Si desaparece la no directividad, simplemente no existe coaching.
Principio 2: Ofrecer procesos de coaching dentro del marco de competencias de este proceso, es decir, en procesos de aprendizaje para adultos
Esto es una consecuencia del primer principio. Un proceso no directivo de aprendizaje solo genera valor en personas que tienen un interés particular por desarrollar alguna competencia en y tienen la capacidad de hacerlo. El liderazgo es un excelente ejemplo de este tipo de desarrollos.
Un ejecutivo de una empresa siente la necesidad de mejorar su capacidad de liderar. Por lo tanto, tiene varias opciones. Tomar un curso sobre liderazgo, trabajar con un mentor interno o contratar un Coach Ejecutivo profesional. El coach acompaña al cliente a través de un proceso diseñado para lograr ese objetivo.
No existe confusión cuando se plantea al coaching como un proceso de aprendizaje para adultos, pero si se quiere mayor precisión quizá deba añadirse un proceso de aprendizaje de soft skills para adultos. Esa es el área de trabajo más importante en el coaching.
¿Consideras que el Coaching profesional tiene futuro?
Definitivamente, sí
Considero que no
Principio 3: No ofrecer coaching para situaciones en las que claramente se requiere de enfoques terapéuticos
Aquí está la verdadera espadas de Damocles del coaching. Es el origen de las más populares confusiones que luego generan críticas, en muchos casos justificadas, de parte de profesionales de la salud mental. Digamos de manera clara y categórica: El coaching no es terapia. No es un proceso para resolver patologías. Sus fundamentos no están orientados a resolver problemas en los que el cliente –paciente, en este caso– no sabe cómo resolver su problema. Por ejemplo, en un estado de depresión, la persona afectada se encuentra en un callejón sin salida, no sabe por dónde salir y por eso busca un profesional para que le apoye. Claro, un psicólogo o psiquiatra está preparado para ese tipo de necesidades, un coach, no.
Es más, muchas de las necesidades de las personas en cuanto a salud mental tienen que ver con condiciones de la postmodernidad. El estrés por el frenético ritmo de vida, los vacíos de la infancia por la ausencia de padres volcados totalmente al trabajo, heridas emocionales que se producen en el núcleo familiar y otros síntomas de nuestros tiempos, no son objeto de trabajo de un coach profesional.
De hecho, uno de los síntomas modernos es la necesidad de recuperar la dimensión espiritual, aspecto que en el pasado se desarrollaba a través de la religión y que hoy se afronta desde el yoga, la meditación, la conexión con la naturaleza, entre otros procesos. ¡Pero nada de eso es coaching! El coach no puede pontificar sobre aspectos espirituales, recordemos que la no directividad es la esencia misma del coaching.
Principio 4: Colocar el respeto al cliente o coachee, por sobre los resultados comerciales
En un mundo de mercantilización de todo y de tantas carencias emocionales y espirituales, es muy fácil caer en las fauces del pensamiento feliz o la charlatanería. Un coach profesional jamás debe pensar en hacer dinero con aspectos vitales de su cliente. Una persona en estado de depresión, que busca apoyo emocional, puede dejarse llevar por los cantos de sirena del misticismo. El daño puede ser enorme si se afronta este tipo de necesidades sin la formación adecuada.
Es mejor actuar de forma ética y ser intelectualmente honesto y rechazar de forma respetuosa el trabajo en áreas donde no se tiene la formación adecuada. Eso habla muy bien del profesional y por supuesto, habla muy bien de la profesión.
El futuro del coaching depende en gran medida de lo que hagamos como profesionales
El coaching profesional tiene un futuro prometedor si logramos hacer de ello una práctica ética y con límites claros. Sin duda, esta no es algo que podamos lograr de forma individual, es necesario un profundo alineamiento entre coaches, asociaciones e incluso clientes que comprendan los límites y alcances del coaching profesional. De esa forma se van a desterrar poco a poco las confusiones y la mala praxis de la disciplina.
El reto está en hacerlo ahora, mientras crece la demanda de desarrollo en las organizaciones empresariales. Y hacemos mucho énfasis en ese mercado, en primer lugar, porque es nuestra área de especialidad y en segundo lugar, creemos que el coaching personal tiene aún mucho que madurar en cuanto a sus procesos y definiciones.
En resumen, lo hacemos ahora o dejamos que la mala prensa nos gane.
Comments