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El enemigo es la procrastinación






Por: Rina Artieda V.



Para el año 800 a.C. el poeta griego Hesíodo ya asociaba a “la evitación del cumplimiento” con la ruina. Esta conducta, lejos de perder vigencia, se mantiene como motivo de preocupación en el ámbito personal y profesional. El relegar, y relegar, y relegar la ejecución de las tareas a merced de una serie de distractores, a los que fácilmente nos acomodamos, tiene un nombre: procrastinar.


La procrastinación vive entre nosotros como y se alimenta de nuestro tiempo. Una de las principales estrategias para vencer en esta batalla es conocer muy bien a este enemigo de la productividad.


¿Qué es la Procrastinación?




La apatía, según el psicólogo Mario Alonso Puig, tiene dos significados: el primero, atribuido a los estoicos especialmente a Séneca—, quienes dicen que es “la imperturbabilidad del alma frente al sufrimiento”, factor que resulta clave para la felicidad. El segundo, hace referencia a la dejadez, desidia, falta de energía, entusiasmo, o motivación que afecta a los distintos aspectos de la vida humana. Esta segunda definición nos ayuda a comprender la relación entre apatía y procrastinación.


Desde el punto de vista etimológico, la palabra apatía proviene del griego “pathos”: ¡pasión!, precedida del prefijo “a” que significa “negación”. Es decir, la apatía es la falta de pasión o interés por hacer lo que se debe, en el momento adecuado y en las condiciones necesarias. Es una de las principales causas para que se relegue la ejecución de las cosas; es decir, para que se procrastine.


¿Por qué procrastinamos?


Dentro del ámbito laboral podemos definir a la procrastinación como: “evitar de forma innecesaria hacer el trabajo”. Los griegos entendían que la procrastinación responde, entre otros factores, a la falta de motivación; es decir, una depreciación de la calidad de la relación existente entre la persona y su entorno laboral, lo cual produce apatía.


Entre las causas más comunes para la desmotivación laboral están: la falta de equilibrio entre los objetivos institucionales y la capacidad de esfuerzo del trabajador, un alto índice de esfuerzo y bajo reconocimiento institucional, tensión por planteamientos y respuestas no satisfechas, inequidad, falta de garantías laborales, falta de incentivos adecuados, limitada provisión de insumos de trabajo, ambientes físicos inadecuados, etcétera. Estas causas son el caldo de cultivo ideal para la procrastinación.


Los efectos y consecuencias de la procrastinación se presentan a través de manifestaciones: físicas, psicológicas, emocionales, sociales y/o espirituales.


¿Cómo dejar de procrastinar?


Es indispensable tener presente que la organización es un organismo vivo, hecho por y para personas y que, por lo tanto, produce ciertas condiciones que alientan a la procrastinación.

  • El desconocimiento: desconocer información necesaria, lo cual genera indecisión a la hora de actuar.

  • La falta de reflexión: el actuar de forma reactiva y/o emocional frente a un hecho que amerite análisis y acción.

  • El miedo a errar: lo cual genera reacciones de confrontación, retroceso o inmovilidad.

  • La incapacidad aprendida: es decir, el imaginario de que no se puede hacer o llegar más allá, porque se considera que "no hay otra forma de hacerlo".

Bajo esta perspectiva, los responsables de la organización deben asumir que la procrastinación se puede presentar como "una patología" que se encuentra dentro de su cultura organizacional. Por ejemplo, un estilo de liderazgo controlador en exceso, genera un ambiente en el que el miedo a errar se convierte en una norma. La falta de claridad en los procesos y objetivos organizacionales pueden provocar desconocimiento de información que es clave para la acción.


Una muy frecuente, la cultura en la que tienen como un mantra el "así lo hemos hecho siempre" por lo tanto, las personas evitan todo aquello que se salga del marco de la tradición. Esto genera un fuerte incentivo para la inacción.


Para resolver esta procrastinación sistémica es importante seguir el camino que cualquier médico aconsejaría para resolver una patología:

  • Reconocer que existe una dolencia y decidirse a tratarla.

  • Hacer un chequeo general y pormenorizado del cuerpo organizacional y su funcionamiento. Valorar lo encontrado y generar un diagnóstico.

  • Dar paso a la sanación a partir de la aplicación del tratamiento adecuado.

En el año 400 a.C. el historiador Tucídides tildó a la procrastinación de los soldados griegos como una “conducta reprochable”, desde una visión moderna identificamos a esta conducta como lo que es, un enemigo que, como todos, tiene su talón de Aquiles.

 
 
 

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